Para tapar el ruido de la calle (se celebraban las fiestas del barrio de Gracia), ella puso aquella rítmica canción árabe.
Cuando en la oscuridad del salón, abrazadas comenzamos a bailar, supe que ya no había vuelta atrás.
Y no la hubo.
Volviendo a casa, en la oscuridad del taxi, pensaba en que hubo momentos ardientes de pasión, y otros, todo dulzura, en los que sentir sus pechos rozando los míos, o el calor de su cuerpo junto a mí, volvían a despertar mi deseo por ella, que me estaba haciendo sentir cosas, que nunca pensé que podría sentir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario